Recuerdo cuando hace unos años atrás, en un parque conocí a aquella persona, en un día triste y doloroso para mí. Aquel día rompí con mi antiguo novio, cuando me enteré que me engañaba con otra persona. Aquél beso apasionado que daba aquella chica en la calle, es el comienzo de está historía que escribo en mi diario. Trás mucho tiempo saliendo con mi ex-novio, recordaba las historias y las cosas bonitas que me contaba. Era un chico muy guapo y sabía estaba muy feliz con él. Sin embargo la parte bonita que veía en él, también tenía una parte oscurá, donde me manipulaba para contentarme lo justo, mientras tonteaba con otras chicas a mis espaldas.
Aquél momento me pilló desprevenida, sin saber el qué y el por qué estaba pasando. Me sentía mal, con ganas de vomitar de verlo. Tenía ganas de ir a soltar mi furía, pero luego la tristeza y el dolor empezo a emerger dentro de mí y solo pudé salir llorando de allí, con un grán dolor en el pecho.
Caminando por las frías calles de Madrid, me dirigí hacia el Retiro, para buscar soledad y olvidar todo aquello que quería en el parque.
Me adentré lo suficiente en el parque para buscar un sitio para sentarme. Una vez sentada, volví a llorar. No podía olvidar aquel momento tan desagradable para mí. Mi vida estaba destrozada, en unos minutos y la tristeza me arropaba sola y con frío. Entonces entre mis penas y sollozos, una persona se acercaba hacia mí. Era un chico joven, pelo negro, ojos grandes de color castaño. Llevaba una chaqueta azul, y pantalones marrones oscuro. En una mano, tenía un termo y una taza blanca. Se sentó al lado mío y me ofreció un pañuelo para secarme las lagrimas de forma adecuada. Cortésmente, lo rechacé, pero insitió en que cogierá un pañuelo: "Es una pena que una chica tan guapa se cubra la cara con las manos y las lágrimas". Aquella frase, me pilló desprevenida y tras unos momentos sin saber que hacer, cogí uno de sus pañuelos. Se quedó sentado al lado mío y en silencio, empezó a mirar los alrededores del parque, relajada, disfrutando de ese momento. Al rato empezó hablarme:
Recuerdo que estaba delicioso, esa textura y un sabor mágico, que estaba entrando en mi
cabeza y me tranquilizaba. Volví a probar un poco más y cerré los ojos.
Un montón de imágenes preciosas sentía en mis pensamientos, agradables
sentimientos, casi había olvidado de porque estaba triste.
Cuando abrí los ojos, el chico del café giró la cabeza:
Al tiempo, empezamos a conocernos mejor y el amor empezó a florecer entre nosotros y comencé un nuevo romance con aquel chico que conocí en el Retiro. Todo salía estupendamente, era feliz y el también. Disfrutabamos cada momento que nos veiamos.
Sin embargo, la vida es muy caprichosa y mientras estaba en el momento más feliz, una sombra oscura empezó asomarse y viviría una terrible pesadilla, de la que no podría despertar....
Aquél momento me pilló desprevenida, sin saber el qué y el por qué estaba pasando. Me sentía mal, con ganas de vomitar de verlo. Tenía ganas de ir a soltar mi furía, pero luego la tristeza y el dolor empezo a emerger dentro de mí y solo pudé salir llorando de allí, con un grán dolor en el pecho.
Caminando por las frías calles de Madrid, me dirigí hacia el Retiro, para buscar soledad y olvidar todo aquello que quería en el parque.
Me adentré lo suficiente en el parque para buscar un sitio para sentarme. Una vez sentada, volví a llorar. No podía olvidar aquel momento tan desagradable para mí. Mi vida estaba destrozada, en unos minutos y la tristeza me arropaba sola y con frío. Entonces entre mis penas y sollozos, una persona se acercaba hacia mí. Era un chico joven, pelo negro, ojos grandes de color castaño. Llevaba una chaqueta azul, y pantalones marrones oscuro. En una mano, tenía un termo y una taza blanca. Se sentó al lado mío y me ofreció un pañuelo para secarme las lagrimas de forma adecuada. Cortésmente, lo rechacé, pero insitió en que cogierá un pañuelo: "Es una pena que una chica tan guapa se cubra la cara con las manos y las lágrimas". Aquella frase, me pilló desprevenida y tras unos momentos sin saber que hacer, cogí uno de sus pañuelos. Se quedó sentado al lado mío y en silencio, empezó a mirar los alrededores del parque, relajada, disfrutando de ese momento. Al rato empezó hablarme:
- ¿Sabés? Me gusta este sitio, es una zona tranquila que la gente no pasa mucho y encima puedes relajarte. ¿no crees?
- Se que estas pasando por una mala situación y recordarlo te entristecerá más. En estás situaciones difíciles me relajo tomando un café, recién salido. ¿Te apetece un poco de café?
Recuerdo que estaba delicioso, esa textura y un sabor mágico, que estaba entrando en mi
cabeza y me tranquilizaba. Volví a probar un poco más y cerré los ojos.
Un montón de imágenes preciosas sentía en mis pensamientos, agradables
sentimientos, casi había olvidado de porque estaba triste.
Cuando abrí los ojos, el chico del café giró la cabeza:
- ¿Delicioso?
- Sí.
- Me alegro. Te contaré un secreto. Esta taza tiene un toque mágico. Saca la parte dulce de la gente en los momentos más terribles Una pausa de una vida lleno de tragedias.
Al tiempo, empezamos a conocernos mejor y el amor empezó a florecer entre nosotros y comencé un nuevo romance con aquel chico que conocí en el Retiro. Todo salía estupendamente, era feliz y el también. Disfrutabamos cada momento que nos veiamos.
Sin embargo, la vida es muy caprichosa y mientras estaba en el momento más feliz, una sombra oscura empezó asomarse y viviría una terrible pesadilla, de la que no podría despertar....